Richard Ford, el escritor que camina en la oscuridad

Richard Ford (Jackson, Mississippi, 1944) ganó el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2016. Celebramos su galardón con una entrevista exclusiva para Nexos en la que el autor conversa sobre las consecuencias del comportamiento humano, el cruce de fronteras, su proceso creativo y el desarrollo de la novela Canadá (Anagrama).

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Richard Ford ha sido un escritor extremadamente cuidadoso, incluso purista. No pertenece a esa clase de novelistas que han hecho un gran número de libros con poéticas y alcances diferentes, sino que cada una de sus novelas parece escrita con la clara idea de consolidar una obra. De dar, de alguna manera, un paso hacia adelante.

Su carrera comenzó en 1976 con su primera novela, Un trozo de juventud; ópera prima que pasó desapercibida por la crítica, lo cual no resulta del todo extraño pues Ford nunca ha buscado los grandes reflectores sino que se ha concentrado en escribir novelas que no siempre son fáciles de digerir. Obras que con paso discreto y firme lo han consolidado. Sus protagonistas van desde un “camello” que pasa droga entre México y Estados Unidos a un ya clásico periodista deportivo, Frank Bascombe,que con la segunda entrega de la trilogía, El día de la independencia, le valió el Pulitzer.

Ha escrito algunos libros de ficciones breves como Pecados sin cuento y De mujeres con hombres. Algunos textos autobiográficos como Mi madre y el singular Flores en la grietas. Recientemente recibió en Francia el Premio Femina de Novela Extranjera por Canadá.

Contemporáneo y amigo de Raymond Carver, Ford es una referencia dentro de la literatura norteamericana del siglo XX y la primera del XXI. Capaz de unir un sentido del humor frívolo y un sentido crítico del mundo moderno. Capaz de cazar patos y ser miembro de la Academia Estadounidense de las Artes y las Letras.

Richard Ford vivió en la ciudad de Oaxaca en los años setenta. En esos años se trataba de una ciudad oscura y violenta, una sórdida y misteriosa provincia donde en las noches se escuchaban tiroteos. También era, de alguna manera, virgen. Nos dijo: “Visitamos el campo majestuoso, y fuimos a los extraordinarios sitios de civilizaciones antiguas. Conocimos arqueólogos misteriosos. Nos sentimos como si estuviéramos viviendo en una novela de Graham Green —con bellezas y florituras esparcidas a través de lo que sería un coro de vida cacofónico, vivido en el borde. Nos encantaba”.

Sobre la escritura de su novela Canadá, la cual tardó veinte años en escribir, contó que atesoraba apuntes y apuntes hasta que un día tomó la decisión de escribirla. “Guardaba un sobre de cartón café en el congelador de cualquier refrigerador”. Sacó el manuscrito lleno de notas congeladas y se puso a trabajar en él. “No sabía realmente adónde iba con la historia. La vida simplemente intervino. Hay algunas cosas que, por bendición, simplemente no podemos explicar —como por qué las hacemos—. Todos hemos intentado dejarle esto claro a la persona con la que nos hemos casado”.

Una novela que comenzó a escribir en un mundo y terminó en otro. Pues no sólo la realidad norteamericana cambió, la literatura también se transformó.

Canadá emergió luego de veinte años. Una novela extraña pues la historia gira en torno a un niño abandonado porque sus padres, un buen día, deciden que la solución a sus problemas es asaltar un banco y van a dar a la cárcel. Es una historia que resuelve con maestría porque las cosas se dan con naturalidad.

Canadá quizá sea una de las mejores novelas de los últimos años. Sorprende la perfección del tono. El cuidado de nunca ensuciar la historia aunque se trate de una novela larga con robos y disparos. Une la reflexión sobre la vida con una historia llena de acción.

Oaxaca ha atraído a muchos escritores, desde el Barón de Humboldt, Ítalo Calvino hasta Graham Greene y Malcolm Lowry. Incluso en la terraza donde tuve la oportunidad de platicar con Ford, Oliver Sacks escribió parte de su Diario de Oaxaca.

También Saul Bellow situó aquí uno de sus relatos, Las memorias de Mosby. Así describe el lugar: “Mr. Willis Mosby, después de su siesta, miraba montaña abajo a la ciudad de Oaxaca, donde todos aún roncaban: bocas, culos, largo cabello indio, la antigua belleza fotográficamente celebrada por Eisenstein en Tormenta sobre México”.

 

Adán Ramírez Serret: Hace poco usted dijo: “Seamus Heaney, mi amigo que extrañamos tanto, escribió en su discurso del Premio Nobel que algunas veces tienes que ‘…caminar en el aire en contra del sentido común…’”.

Richard Ford: Sí, salvo tu mejor opinión.

ARS: Sorprenden estas palabras porque en general se habla de seguir al sentido común. Si no es así, entonces, ¿cuál es el camino? ¿Qué es lo que sigue un escritor?

RF: No hay distinción entre lo que dijo Seamus y lo que se sigue. Cuando estás escribiendo siempre tienes que seguir adelante, siempre estás caminando en la oscuridad. Siempre sigues tus instintos. Pero, lo que Seamus quiso decir fue: tus instintos no son infalibles. Y a veces tienes que hacer algo que sabes que tienes que hacer aunque sepas que no está bien. Sólo cuando te atreves a cometer esta clase de errores, me refiero a los errores que cometes en la página, no estamos hablando de los errores que cometas como humano. Entonces, cuando te atreves a tomar esta clase de riesgos, es cuando descubres algo que nunca pensaste que tocarías. Y estoy hablando de algo tan simple como escoger las palabras. O dónde romper, o dónde comenzar una escena. En realidad lo más importante en una novela es escoger las palabras. Haciendo que algo comience aquí o termine allá. Éste es en realidad el gran tema de la literatura.

ARS: Canadá fue recibida por la crítica como una obra maestra. El ejemplar en español está lleno de reseñas de escritores talentosos. Colm Tóibin, por ejemplo, dice: “Es fascinante cómo descubre la trama en la primera página y después vuelve hacia atrás, ofreciendo una versión más íntima de la misma historia”.

RF: Es mi naturaleza: pensar en las consecuencias del comportamiento humano. Sobre todo, estoy interesado en el comportamiento. Porque pienso que puedo prometer algo al lector. Si escribo sobre robar un banco, sobre asesinatos y otras cosas es porque por medio de esto estoy picando la curiosidad del lector o la lectora. Esto es lo que lleva la novela. A la vez que me da algún tiempo para que yo pueda investigar sobre mi obra. Porque en realidad estoy pensando en cuáles son las consecuencias de abandonar a un niño. En las consecuencias de robar un banco o cruzar la frontera. Estos son en verdad los sucesos en los que estoy interesado. Las emociones morales que traen las consecuencias de estos actos. Porque tus convicciones te dirán, por ejemplo: si tus padres roban un banco son padres terribles, personas terribles. Mi punto de vista era que no son padres terribles sino patéticos. Que ellos cometieron errores. Pero en el fondo son buenos padres. Pero si yo propongo que son asaltabancos, si yo le digo al lector esto, toco su curiosidad y me da tiempo para investigar otros aspectos sobre qué clase de personas son. Lo que puedo hacer por ti, lector, mientras salen las pistolas. Y esto es una especie de contrato automático cuando escribes novelas: tienes que darle al lector o a la lectora una historia por medio de la cual le vas a decir algo que necesita saber y que, mientras lees, estoy en camino de complacerte diciéndote aquello que no sabes.

ARS: Quizá sea por esto que John Banville dice que “esta es una de las primeras grandes novelas del siglo XXI”.

RF: Pero sólo en los primeros trece años. Sí, eso pensé cuando la escribía: es la primera gran novela en trece años. Banville es muy listo porque hasta ahora ha sido un siglo muy corto.

ARS: ¿Le parece buen novelista?

RF: Es el mejor novelista del mundo.

ARS: Dell Parson, quien narra la historia, es un personaje singular, una especie de artista.

RF: Eso está bien, nadie me lo había dicho. Es un artista porque sopesa estos hechos. Negocia con esto. Es interesante porque te dice qué hacen los artistas. Lidian, conviven con lo opuesto. Hay una frase de Ruskin que me importa: “La composición es la unión de cosas desiguales”. Fue porque su vida, y él lo dice al final de un libro, es un arreglo de cosas desiguales.

ARS: Dell Parson es muy reflexivo. Al final de cada capítulo da un punto de vista de lo que ha contado, de lo que ha vivido.

RF: Sí, creo que se debe a mi propia naturaleza. Cuando termino algo lo necesito decir así: “¡Bang! ¡Bang!”.

ARS: Un tema importante en la novela es la frontera. Los límites entre Canadá y Estados Unidos. Le dieron el premio Nobel a Alice Munro.

RF: Sí, me hizo muy feliz.

ARS: En una entrevista anterior dijo usted que sus editores no querían que el nombre de la novela fuera Canadá, expresaron que no le diría nada al público estadounidense.

RF: Cuando me dijeron esto los vendedores de Estados Unidos, que nadie estaría interesado en este título, pensé que estaba bien. Me dieron algo que conseguir. Que pudiera hacer que sucediera, que interesara.

ARS: En Canadá hay muchas fronteras imaginarias, ya sea entre países o entre ser un adolescente o un adulto.

RF: Sí, también entre ser culpable o inocente. O entre ser un criminal o que éste sea tu padre.

ARS: Quizá sean fronteras invisibles pero definen las vidas de los seres humanos.

RF: Sí y no. Sí, si yo lo digo. Sí, si yo impulso las vidas de estos personajes. Estas piezas conceptuales hechas de artificios. Que estas líneas se deben cruzar. Pero no cuando cierras el libro. Porque cuando cierras el libro no existen estas líneas. Es solamente que estas líneas no definen nada y en el libro tienen una especie de función provisional, intemporal. Quizá sea interesante pensar en nuestras vidas como un cruce de fronteras. Quizá sea interesante pensar en nuestras vidas en términos que refrescar: el pasado y el final. Entonces cuando cierras el libro hay emociones que se quedan contigo de esta forma o probablemente de aquella otra. Y quizá otras se vayan. Hay una frase interesante de un filósofo norteamericano, Daniel Bell. Dice: “Las nociones conceptuales necesitan más la verdad que los pensamientos. Ellas son útiles o inútiles”.

ARS: Acerca del género de Canadá, me parece una novela difícil de definir. Quizá como son todas las grandes novelas.

RF: Quizá sea poner un poco de todo en un libro. Estaba completamente consciente, cuando escribí este libro, que sería literario por naturaleza, y que sería también de alguna forma una historia sobre crímenes. Quería unir los diferentes géneros. Que no fuera sólo uno u otro. Mi idea de una gran novela, y te diré el nombre de un escritor que quizá nunca hayas escuchado, Robert Stone, es un libro llamado Dog soldiers escrito en los setenta. Es verdaderamente intelectual y sofisticado pero también emocionante y suceden cosas. La gente hace el amor y la gente es asesinada. Esa es mi idea de una novela perfecta. Una novela como The end of the affaire de Graham Greene o Brighton Rock. Esa es mi idea de grandes novelas. Literatura seria sobre ideas, sobre el espíritu. Pero que también sucedan cosas.

ARS: Cierto, suceden cosas, miles de cosas en la vida de un ser humano. Pero en la literatura, el mundo, la historia personal, cobra algún sentido. Recordar para conseguir algo. La historia de Canadá es muy triste pero sucede como en otras grandes novelas que al recordar hay gran belleza.

RF: Eso es lo que se espera, que sea filosófica. Pero creo que también sucede porque soy optimista: porque soy yo dándote a ti un libro diciéndote que hay algo en la vida que este libro te mostrará y de lo que te protegerá y esto te seguirá en tu propio futuro. Lo que es finalmente optimista.

 

Adán Ramírez Serret
Crítico literario.

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Publicado en: Ciudad de libros